Ya el Papa Pablo VI, hablaba en su tiempo de que “la gran necesidad de la Iglesia es un perenne Pentecostés”, y también recogiendo este pensamiento, el Papa Juan Pablo II expresó el mismo deseo y el mismo anhelo: “la necesidad de Un Nuevo Pentecostés, para el mundo, en los umbrales del siglo XX”
Y es que, el Señor derrama su Espíritu sobre nosotros, a través de Jesucristo, como Salvador y Señor de nuestras vidas. Espíritu que renueva la faz de la tierra, todo lo hace nuevo, todos los momentos de nuestra vida son una renovación continua.
Es el Espíritu quien nos viene a través de la Resurrección, Él con nosotros. El Espíritu se ha hecho historia con nosotros, con Jesucristo, sujeto al tiempo, sujeto a la historia.
La Iglesia ha visto que en el Espíritu de Dios, se ha hecho historia en nosotros en la Iglesia, y pasó a través de Jesús, y está en nuestro corazón, éste es el regalo del don culminante de la Pascua. A través de la carne de Jesucristo, Dios se ha hecho realidad, y ha llegado a nuestro pecado, a nuestra impotencia, desde nunca hubiéramos podido salir.
Pedimos por tanto, el Espíritu Santo, para que nos enteremos con sencillez de corazón, del don que Dios hace sus hijos. Hemos recibido su Espíritu, porque creemos en Él.
Hay que hablar pregonando, anunciando la necesidad de encontrarnos con Jesucristo a través de la experiencia del Espíritu. Es en el Espíritu, donde Dios se hace presente, donde Dios habla al corazón del hombre, con esa necesidad de revitalizar la experiencia pascual.
El Espíritu debe ocupar el “lugar” que le corresponde, la alegría, la paz, la mansedumbre, la serenidad,…. que es quien renueva la faz de la tierra, y nuestro corazón día a día.
Estoy convencido que en estos tiempos, Dios sigue hablándonos de distintas formas y con nuevos signos, y sigue derramando el Espíritu Santo de una manera nueva, un nuevo avivamiento y actualización del fuego de Pentecostés.
Volviendo a Pablo VI, allá por el año 1975, manifestó, que “Para un mundo así, cada vez más secularizado, no hay nada más necesario que el testimonio de esta renovación espiritual que el Espíritu suscita hoy visiblemente en las regiones y ambientes más diversos”.
Hoy también la Iglesia sigue alentando esta necesidad de un Nuevo Pentecostés, reavivemos por tanto, en nosotros el deseo y el anhelo de recibir esta fuerza renovadora, que nos constituye en Sacerdotes, Profetas y Reyes, por nuestro Bautismo, y que regenera nuestra vida en la presencia del Dios uno y trino. ¡FELIZ PASCUA DE PENTECOSTÉS!
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