La Cuaresma tiene quizá una palabra que es la palabra que más se pronuncia y escuchamos a lo largo de la Cuaresma y es la palabra CONVERSIÓN. Sin duda se trata de un tema actual y vigente porque siempre tenemos necesidad de conversión.
Dejadme contar una pequeña historia, que escuche al Padre Chus Villarroel, sobre un fraile dominico; el Padre Martín. En Manila cuando la guerra de los Japoneses, los cazas tiraban las bombas encima de la universidad de los dominicos, donde él estaba, y el Padre Martín decía “Señor, me convierto, me convierto”, por el miedo terrible a morir. Pero se acabó la guerra, en aquella época tenía 25 años, y dijo bueno a los 30, a los 30 que seguro que me convierto, llegó los 30 y alargo hasta los 40, y así hasta las 80. Murió en Alcobendas a los 89 años.
Cuando estaba ya muy mayor le preguntaron: “¿Martín, ya te has convertido?, a lo que él contestó, Como no lo haga el Señor no hay posibilidad de convertirse el Señor.” Necesito 89 años para saber que uno no se puede convertir, sino que es el Señor quien lo hace.
Si fuera por nuestros sacrificios, por nuestros esfuerzos, lo podríamos hacer cualquiera, nos costaría. Pero no entendemos que no es cosa nuestra, es trabajo del Espíritu Santo, es buscar la sabiduría profunda que procede del Señor, o lo hace el Señor, o nosotros no lo podemos hacer.
La bondad tiene que ver con la misericordia, con el perdón, con la compasión, con la sensibilidad hacia los demás. Tiene mucho ver con Jesucristo y por aquí viene la conversión.
Hay que entrar en el misterio de Cristo, porque Él murió por nuestros pecados. Convertirse a Jesús. La bondad para el cristiano es gracia, y la gracia tiene que ser dada, sino no creces interiormente y no te puedes convertir en una persona nueva.
La conversión no es a ser mejores o más buenos, sino a Jesucristo, a conocerle. Cuando conocemos y vivimos la vida de Cristo, entonces comenzamos a ser mejores por el deseo que el Señor pone en nuestro corazón.
Para convertirnos a Jesucristo, necesitamos de la fuerza del Espíritu, porque es quien nos ilumina a Jesucristo, a entenderlo. El Espíritu Santo es luz, es quien nos enfoca el corazón a Jesucristo.
Dejemos esta Cuaresma, que el Espíritu Santo suscite en nosotros el deseo de conversión a Cristo, que realmente el Señor se convierta en la centralidad de nuestra vida, que Él sea signo
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